El proyecto de la
primitiva estación de Toledo aparece firmado
por Eusebio Page el 7 de mayo de 1857 con un edificio
de viajeros, muelles para mercancías y cocheras
para máquinas y carruajes, concibiéndose
como estación de paso con el edificio de viajeros
a un lado de las vías. La estación fue
clasificada de primer orden a pesar de prestar solo
servicio al ramal Castillejo-Toledo ya que la pretensión
de sus promotores era prolongar la línea hasta
Talavera, Cáceres y Portugal.
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Primitiva
estación y detalle de las obras
de la nueva estación.
(F.F.E. - Archivo fotográfico
A.A.F.T.) |
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El edificio de viajeros,
levantado en ladrillo, constaba de un cuerpo central
de dos pisos con dos pabellones laterales de planta
única, de corte sencillo y clásico, contando
como únicos elementos decorativos los contornos
de puertas y ventanas, ejecutados en tono claro. El
andén principal estaba protegido por una austera
marquesina de estructura metálica.
En 1867 se derriba
una de las dos naves de cocheras y un año después
se suprimen algunas vías, lo que dejaba claro
las nulas intenciones de la Compañía por
ampliar el ferrocarril.
Esta situación
motivó que la estación de Toledo quedara
fuera de los grandes proyectos de mejora de las estaciones
que acometería la Compañía a partir
de los años 80 del siglo XIX.
Es en 1912 cuando MZA
inicia el proyecto de reforma de la estación,
ante la presión de los toledanos por disponer
de una estación en consonancia con la monumentalidad
de la ciudad, después de que el Rey Alfonso XIII,
en una de sus visitas a la Ciudad Imperial, hiciese
algunas observaciones a las autoridades locales sobre
lo poco adecuada que resultaba la estación para
la ciudad.
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Vista
panorámica de la estación
de Toledo hacia 1960. (Archivo fotográfico
A.A.F.T.) |
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El proyecto sobre la
nueva estación es encargado al arquitecto de
la Compañía, Narciso Clavería y
de Palacios perteneciente a la Escuela de Madrid, que
eligió un estilo neo-mudéjar muy acorde
con la ciudad y que concluiría con el singular
perfil historicista que mantiene hasta la actualidad.
Esta corriente neo-mudéjar
también se aplicaría a otras estaciones
como Sevilla-Plaza de Armas, Jerez de la Frontera, Huelva-Término
o Aranjuez, por citar algunos ejemplos.
También son
obra de Narciso Clavería y de Palacios la denominada
Estación de Madrid de Linares, situada en el
Paseo de Linarejos y la estación de Algodor,
distante apenas 15 km de la de Toledo.
La construcción
se inicia en 1914 estando al frente de la dirección
el ingeniero Ramón Peironcely, empleándose
con profusión el ladrillo, la piedra y el hierro
combinados en grandes y elegantes elementos decorativos.
Las obras, que tuvieron un coste superior al millón
de pesetas, fueron inauguradas el 24 de abril de 1919.
No hubo una inauguración
al uso (solemne y con presencia de personalidades) de
la nueva Estación de Ferrocarril, pero la casualidad
hizo que aquel 24 de abril de 1919 los participantes
del I Congreso Nacional de Medicina que se celebraba
en Madrid, dedicaran esa jornada a visitar Toledo en
medio de sus sesiones de trabajo, contando con la presencia
de Marie Curie y su hija Irene, siendo recogida por
las periódicos de la época (ABC, de 25
de abril de 1919, páginas 9 y 11).
El edificio de viajeros
está compuesto de un pabellón central
de una sola planta que acoge el vestíbulo iluminado
por cinco grandes ventanales de inspiración gótico-mudéjar,
y dos cuerpos laterales adosados de dos plantas cada
una y de menor altura. La planta baja destinada a las
dependencias de servicio (facturación, despachos,
archivo), salas de espera (de 1º, 2º y 3ª
clase) y fonda, reservándose la superior para
las viviendas de los empleados.
Completa el edificio
una esbelta torre adosada a uno de los extremos, que
imprime al conjunto una singular apariencia de iglesia.
El resultado es un
edificio neomudéjar, lleno de detalles cromáticos,
celosías y cerámicas. La fachada exterior
presenta un zócalo de granito que sirve de base
a un primer nivel en el que predomina la piedra, empleada
tanto en sillares como en mampostería, completando
su altura con la integración de la mampostería
de piedra, dispuesta en cajones con verdugada de ladrillo.
La destreza en el uso
del ladrillo queda de manifiesto en los diferentes juegos
geométricos que se pueden observar por todo el
edificio:
- Dientes de
sierra y cruces de San Andrés.
- Arcos polilobulados
y abocinamiento en las ventanas.
- Almenado
dess los extremos de los dos cuerpos laterales.
Mención aparte
merece la torre, con sus cinco cuerpos de diferentes
alturas, totalmente ornamentada a base de juegos geométricos
de ladrillo, arcos entrelazados y piezas cerámicas,
rematada por un tejado cerámico a dos colores
y cuatro aguas, y como remate final un cuerpo prismático
a modo de torreoncillo.
La torre también
destaca por su inusual altura en un edificio de uso
civil. Si bien en algunas construcciones de este tipo
es posible observar estructuras similares, éstas
suelen ser de dimensiones más modestas a modo
de torreones.
Otra característica
distintiva, es la presencia de un reloj que en vez de
presentar una o dos esferas, como suele ser lo habitual,
presenta cuatro, una por lado, resuelto por un ingenioso
mecanismo de relojería.
El conjunto de edificios
se completa con los retretes, muelle del pescado y transformador
eléctrico, construidos en consonancia con el
edificio principal.
En la construcción
trabajaron algunos de los artesanos locales más
reconocidos del momento.
- Julio Pascual Martínez:
Forja de apliques, farolas, lámparas y rejas
exteriores.
- Cristino Saravilla: Espejos
tallados del Salón de Honor.
- Ángel Pedraza: Azulejería
y alicatado.
- Antonio Dorado y Eduardo
Rivero: Albañilería artística.
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La
estación de Toledo en la actualidad.
(Archivo fotográfico A.A.F.T.) |
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Del vestíbulo
destacan el despacho de billetes realizado en madera
tallada, forja y alicatado, las vidrieras, el artesonado
del techo, los alicatados y las ocho lámparas
realizadas de hierro forjado por el artista toledano
Julio Pascual Martínez.
En la sala de espera,
los alicatados que como todos los de la estación
fueron realizados por el ceramista toledano Ángel
Pedraza. Todo el pavimento del edificio es de cerámica
cromática.
Para realizarlas se
inspiró en yeserías antiguas mudéjares
de distintos edificios de la ciudad: Santa María
la Blanca, Sinagoga del Tránsito, Casa de Mesa,
Sala Capitular de la Catedral y las del Palacio de los
Condes de Fuensalida.
Para conseguir
el máximo efecto historicista se ocultaron los
necesarios elementos industriales (puntales, cerchas,
rasillas, cemento, hormigón, etc.) con soluciones
encargadas a hábiles artesanos, corriendo a cargo
de la albañilería artística Antonio
Dorado y Eduardo Rivero.
En el Salón
de Honor, los cubre-radiadores en los que aparece grabadas
en dorado las iniciales MZA, anagrama de la Compañía
ferroviaria a la que pertenecía el Ferrocarril.
Los grandes espejos tallados por Cristino Saravilla
y el revestimiento en seda bordada de las paredes, sin
olvidar la azulejería y los estucos que adornan
los alfices de todas las puertas.
Este Salón de
Honor, reservado en un principio para el descanso del
Rey en sus visitas a la ciudad y como lugar de recepción
a las autoridades, desempeña actualmente un uso
muy alejado de las funciones que desarrolla una estación
de ferrocarril ya que después de la Guerra Civil
se reconvirtió en capilla para dar servicio religioso
al Barrio de Santa Bárbara, función que
sigue desempeñando en la actualidad todos los
domingos y fiestas de guardar.
El valor estético,
artístico y arquitectónico de la Estación
de Toledo mereció muy pronto un reconocimiento
con un monográfico dedicado en la toledana Revista
Semanal de Arte, editada el 15 de mayo de 1920, hasta
culminar en su declaración como Bien de Interés
Cultural con la categoría de Monumento por Decreto
232/91, de 26 de noviembre (DOCM nº 95, de 18 de
diciembre de 1991), al amparo de la Ley 16/1985, de
25 de junio de 1985, del Patrimonio Histórico
Español.
El alcance de esta
figura de protección del Patrimonio se extiende
a todo el recinto incluidos los jardines, la verja exterior
y los edificios de retretes, transformador y muelle
de pescadería.
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Folleto
con los actos del 75 aniversario de
la estación, organizados por
la Asociación de Amigos del Ferrocarril
de Toledo. |
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Durante la guerra civil
la estación sufrió un impacto de un obús
en la parte superior de la torre, que fue reparado a
finales de los años ochenta cuando se acometieron
obras de modernización que consistieron en el
recrecido de los andenes para facilitar el acceso a
los trenes y que supusieron la sustitución de
las farolas originales de forja situadas en los andenes
por otras de tipo fernandino.
Unos años antes,
tiene lugar el retranqueo parcial de la verja y el desvío
del culatón final para permitir la duplicación
de la calzada del Paseo de la Rosa y dar servicio al
nuevo puente de Safont.
La tercera modificación
de importancia tiene lugar con motivo de las obras de
construcción de la nueva línea de alta
velocidad (2003-2005), en las que, a la vez que se adaptan
los andenes al nuevo ancho de vía, se procede
a un nuevo retranqueo de la verja, al desmantelamiento
de toda la playa de vías y a la demolición
de las instalaciones de los muelles para la construcción
de un aparcamiento. Estas actuaciones se complementaron
con el saneamiento general del edificio y marquesina.
La última intervención
tiene lugar en el año 2016 con el saneamiento
integral del tejado y de las bajantes pluviales, completada
con la sustitución de los elementos cerámicos
que, alternando en colores blanco y verde, coronan la
cornisa del edificio.
Con motivo de su 75
años, la Asociación de Amigos del Ferrocarril
de Toledo en colaboración con Caja Castilla-La
Mancha, RENFE, Museo Nacional Ferroviario, Fundación
de los Ferrocarriles Españoles, Ferretería
"La Rosa" y el Exmo. Ayuntamiento de Toledo,
organizó una serie de actos que se desarrollaron
los días 23 y 24 de abril de 1994 en los que
se descubrió una placa conmemorativa junto a
la entrada del vestíbulo, hoy en día desalojada.
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