Albacete, pionera en el tendido ferroviario
Por su importancia
como tierra de paso hacia las costas levantinas, esta
provincia fue una de las pioneras en el tendido ferroviario.
De hecho, a la ciudad de Albacete le cabe el honor de
ser la cuarta capital española en contar con
ferrocarril, lo que se produjo en 1855 con MZA. La línea
que desde Aranjuez conduciría a Alicante en dirección
a la costa terminó su construcción en
esta provincia con su llegada a Almansa (1857) y Caudete
(1858). La segunda línea provincial, entre Chinchilla
de Montearagón y Cartagena, iniciada por otra
compañía y concluida por MZA, llegó
primero a Agramón (1864) y luego a Las Minas
(1865), enlazando aquí con la vía tendida
desde Cartagena.
En los primeros años,
las estaciones de Albacete responden a modelos homogéneos
diseñados en función de la categoría
y especialización de cada estación en
el conjunto de la línea. Era, como en otras líneas
de MZA, una arquitectura estandarizada que respondía
a un criterio de economía de empresa. Este principio
se prolongó durante décadas, aunque desde
muy temprano las estaciones realizaron reformas para
mejorar sus condiciones de explotación, como
Albacete (1858) y Villarrobledo (1866), donde se levantaron
viviendas ferroviarias, muelles cubiertos y fondas.
La excepción a la regla de la estandarización
se dio en Almansa, que entre 1859 y 1864 fue cabecera
de la línea a Valencia del Ferrocarril de Almansa,
Valencia y Tarragona (AVT) –luego absorbida por
Norte–, además de formar parte de la línea
de MZA. Cada compañía construyó
aquí sus propias instalaciones por duplicado,
aunque compartieron el edificio de viajeros –hoy
desaparecido–, de gran singularidad aunque con
ciertas contradicciones.
Albacete, con un edificio
de viajeros alargado y de una sola planta dotado de
marquesina metálica, se configuró desde
el inicio como el punto principal de una línea
cuyas estaciones se especializaron en el transporte
de vino (Villarrobledo y otras), maderas (La Roda, Agramón
y Minas) y minerales (Minateda, Minas, Tobarra, Hellín
y Agramón). En gran parte de ellas se instalaron
en su entorno a partir de 1870 empresas e industrias,
que querían aprovechar el ferrocarril para transportar
sus productos, como ocurrió en Albacete, Tobarra,
Hellín, La Roda, Chinchilla o La Gineta. En torno
a otras (Chinchilla y Agramón) se consolidaron
poblados o aldeas ferroviarias.
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Edificio
primitivo de Albacete, cuarta capital española
con ferrocarril |
Entre 1880 y 1920 se
acometió en la provincia una renovación
de estaciones, hasta entonces modestos edificios, de
una planta, con carencias importantes. Así, Albacete
amplió en 1900 su edificio de viajeros –ahora
dotado de fachada neoclásica–, se construyeron
viviendas para el personal y un depósito de máquinas.
En Chinchilla, importante nudo ferroviario afectado
en 1900 por un incendio, se instalaron cocheras, muelles
y viviendas ferroviarias. En Agramón, Minas,
Hellín, Almansa y Villarrobledo también
se levantaron viviendas ferroviarias, en un ejemplo
de la política social de MZA.
El Estatuto Ferroviario
de 1924 sentó las bases para renovar las infraestructuras
en toda España, lo que aquí se aprovechó
para remozar estaciones y construir edificios de nueva
planta. De esta época datan edificios como los
de Villarrobledo,
La Roda,
Minaya y La Gineta, que han llegado así hasta
nuestros días. Los dos primeros responden al
mismo modelo, un único cuerpo rectangular de
dimensiones similares, con dos alturas y nueve huecos
en la fachada, de ladrillo, con marquesina metálica.
Los edificios de Minaya
y La Gineta
también comparten una tipología similar,
pero éstos tienen un trabajo mayor del ladrillo,
empleado en franjas horizontales en todos los edificios:
viajeros, aseos y guardagujas.
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Estación
de Minaya |
Esta variedad tipológica
es más propia de la línea Alcázar
de San Juan-Chinchilla, la principal de la provincia,
mientras que la otra línea de Albacete, entre
Chinchilla y Cartagena, presenta estaciones de una planta
con desarrollo longitudinal creciente (la estación
de Hellín
tiene una longitud de 43 metros) en las que resalta
el cuerpo central. Suelen presentar huecos con arcos
de medio punto señalando, con la posición
del reloj, el eje simétrico del edificio. El
nudo donde se unen ambas líneas, Chinchilla,
tuvo importancia pasada, como reflejan su viejo edificio
de viajeros –un rectángulo con un cuerpo
superior más pequeño, con huecos recercados
en blanco y mampostería revocada con tonos rosados–
sus instalaciones –muelle de mercancías
cubierto, viviendas de empleados en hilera, etc.–
y la aldea que creció a su alrededor, aunque
esa realidad ha dado paso a una nueva estación
muy humilde, reducida a regular la bifurcación
de la línea.
La última gran
actuación en las estaciones de la provincia se
produjo en Albacete en 1967, cuando se construyó
una nueva estación unos 450 metros al noroeste
de la antigua, dotada de tres dobles vías, para
permitir la expansión de la ciudad. Este complejo
incluye un edificio de pasajeros de dos alturas que
destaca por una marquesina sobre la que descansa una
gran vidriera multicolor. La inclusión de Albacete
en el proyecto Vialia propiciará una nueva terminal,
de unos 12.000 m², que, dentro de una estructura
de cristal, albergará las instalaciones de alta
velocidad y una oferta de ocio, rasgos de las llamadas
“estaciones comerciales”.
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