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ARTÍCULOS Y REPORTAJES
CASTILLA-LA MANCHA: ESTACIONES DE PASO
Publicado en la Revista del Ministerio de Fomento nº 553 (julio - agosto de 2006)
Reproducción autorizada
Macarena Herrera Lorenzo. Fotos: José Caballero y FFE (19/12/2006)

 

Disposición sencilla, funcionalidad deliberada y ausencia de alardes estéticos son rasgos que retratan las estaciones ferroviarias en servicio de Castilla-La Mancha, una región cuya situación geográfica ha condicionado desde el siglo XIX hasta hoy el carácter de paso de sus estaciones desde Madrid a la periferia. Toledo, única estación término de viajeros de la región, sobresale como gran hito arquitectónico ferroviario por encima de un conjunto de estaciones muy variadas que iniciaron la historia del tren en España y que ahora se suman a la modernidad con las terminales del AVE.

La red ferroviaria castellano-manchega, iniciada a mitad del XIX, estaba prácticamente configurada hacia 1880, y desde sus inicios siguió el modelo radial originado en Madrid. Como consecuencia de ello y de su situación geográfica, la región fue desde el principio un lugar de paso para la mayor parte de los ejes ferroviarios entre el centro y la periferia. Y por el mismo motivo, este territorio es el origen de varios ramales que, desde aquellos ejes, conectaban a la red con otras regiones, propiciando nudos de comunicaciones (Alcázar de San Juan, Manzanares, Chinchilla, Ciudad Real). Otro rasgo es la falta de conexiones transversales entre núcleos regionales, disfunción mantenida hasta hoy, en que Castilla-La Mancha presume de ser la autonomía con más estaciones del AVE (Ciudad Real, Puertollano, Guadalajara y Toledo).

La primera línea regional fue la que, como continuación de la línea Madrid-Aranjuez, se construyó entre Aranjuez y Almansa, pero el origen de toda la red está en la Ley de Ferrocarriles de 1855, que dejó la construcción de líneas en manos privadas. La mayoría de las concesiones fueron a parar a empresarios que a su vez las transfirieron a una sociedad nueva, la Compañía del Ferrocarril de Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA).

Se puede decir que la formación de la red regional coincide con el nacimiento y evolución de MZA, que inició su expansión con nuevas líneas hacia el sur y el levante peninsular entre 1858 y 1865 y la completó hacia 1900 con la absorción de líneas de pequeñas compañías. A principios del siglo XX, sólo la línea Madrid-Cáceres escapaba al control de MZA (mapa de ferrocarriles). El intervencionismo estatal de los años 20 abrió una etapa de renovación que cristalizaría, tras la Guerra Civil, en la estatalización con Renfe. La actual red castellano-manchega es heredera de esta evolución, como lo es el hecho de que este territorio, en plena era del AVE, siga siendo tierra de paso para el tren.

 
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