Evolución de las estaciones
Como parte de esta
red, las estaciones castellano-manchegas se distribuyeron
desde muy temprano por las cinco provincias de la región,
comenzando por Toledo, Ciudad Real y Albacete, con rasgos
muy definidos. Eran estaciones construidas por distintas
compañías en periodos diferentes, por
lo que su estilo era variado, y la mayoría eran
de segundo orden, lo que hacía que su arquitectura
no fuera un factor importante. En su emplazamiento,
muchas veces en lugares inadecuados o demasiado lejos
del núcleo urbano, primó más el
interés del trazado y de las compañías
que el de las poblaciones, y apenas se encuentran ejemplos
de estaciones (Talavera, Valdepeñas) que cumplan
la función de puerta entrada a la ciudad. Los
rasgos que aúnan a estas estaciones son su sencillez,
su funcionalidad y su disposición lateral a la
vía.
La
formación de la red ferroviaria en la
región coincide con el desarrollo de
la compañía MZA |
MZA extendió
desde el principio el modelo de estandarización
de estructuras, lo que reducía costes para la
compañía. Esta política pobló
las líneas de un modelo de estación compuesto
por un edificio rectangular de fachada simétrica
de uno o dos pisos que acogía el vestíbulo,
pequeño y remarcado con el adelantamiento de
la fachada donde destacaba el nombre de la estación
y el reloj, y las salas de espera, con las viviendas
de empleados en el piso superior. Arcos de medio punto,
sillería en esquinales y entrada señalada
por una saliente del paramento central eran otros rasgos
de MZA. Junto al edificio de viajeros, dependiendo de
la categoría de la estación, se construyeron
muelles de mercancías en serie, aseos independientes
(hasta los años 30), cantinas y, desde 1892,
casetas de enclavamiento. Adobe, piedra y ladrillo fueron
los materiales más empleados, con el hierro como
principal elemento para las escasas marquesinas de la
región. A partir de 1870, una vez comprobada
la importancia del ferrocarril para la industria y el
comercio, proliferaron bodegas, almacenes y fábricas
junto a varias estaciones (Valdepeñas, Alcázar
de San Juan, Manzanares, Puertollano, Villacañas,
Calzada de Calatrava…), para los que se crearon
apartaderos, y surgieron barrios de la estación
y poblados ferroviarios.
Aunque hubo estaciones
que se reformaron al poco de su apertura, cuando proliferaban
todavía los edificios provisionales, el panorama
se mantuvo inalterable durante décadas, con la
excepción de la nueva estación de Toledo,
inaugurada en 1919. Al final de los años 20,
con el auge del ferrocarril, apareció la necesidad
de ampliar y modernizar las instalaciones ferroviarias,
y los arquitectos tomaron el protagonismo en el diseño
de estaciones. Desde mediados de esta década,
bajo una política desarrollista, surgieron nuevas
líneas, se rehabilitaron estaciones, se erigieron
muelles y marquesinas y se levantaron viviendas para
el personal ferroviario. Se construyeron nuevos edificios
de viajeros (Tembleque, Quero) y hubo grandes reformas
y ampliaciones (Valdepeñas, Manzanares, Tomelloso).
Se abandonó la planta rectangular y aparecieron
diversos planos de fachadas con piezas salientes (Sigüenza
y estaciones de la línea Cuenca-Utiel), renegando
de la monotonía arquitectónica existente.
Una nueva fase de renovación
llegaría con Renfe en los años 40, buscando
adecuar las instalaciones a los nuevos tiempos. También
en los años 60, con el Plan Decenal de Modernización
de Renfe, hubo rehabilitaciones y se construyó
alguna estación nueva, como la de Albacete en
1967, una exigencia del avance urbanístico. A
finales de los años 80, con la alta velocidad,
se erigieron nuevas estaciones en Ciudad Real y Puertollano,
que son expresión de una nueva identidad de estación
basada en una estricta funcionalidad y pulcritud arquitectónica,
lejos del espíritu artístico de Toledo
o Sigüenza. Esta modernidad convive hoy con la
sencilla realidad de los caserones con aspecto de casa
particular, que constituyen la mayor parte de las estaciones
de la región.
El estado de conservación
de este patrimonio industrial es muy variado, con estaciones
abandonadas y otras en estado de languidez. Sólo
las estaciones de las capitales de provincia y las de
mayor movimiento de viajeros o mercancías reciben
periódicamente tratamientos de mantenimiento
o mejoras.
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